viernes, 11 de noviembre de 2016

Y Leonard Cohen la siguió

Leonard Cohen, en una de
sus últimas fotografías


"Creo que te seguiré muy pronto", escribió este verano Leonard Cohen a una de sus primeras musas, Marianne Ihlen, enferma de leucemia.

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Bueno, Marianne, ha llegado el momento en el que somos tan viejos y nuestros cuerpos se están desmoronando, que creo que te seguiré muy pronto.
Estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, podrás alcanzar la mía. Sabes que siempre te he querido por tu belleza y por tu sabiduría, pero ahora solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Mi amor infinito, nos vemos al final del camino.

Leonard.
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Marianne Ihlen, en una foto reciente
En esta conmovedora misiva, Cohen le decía a Ihlen que sentía que se iban a reunir muy pronto. Y así ha sido. Ha ido a su encuentro a sus 82 años, los mismos que tenia el pasado día de su cumpleaños, el 21 de septiembre, cuando declaró “estar preparado para morir” mientras asistía a la publicación del último álbum, You want it darker, postrera obra maestra del cantante. 


Leonard y Marianne
Marianne, según las propias palabras de Leonard Cohen, era la mujer más bella que había visto. El cantautor canadiense y Marianne Ihlen se conocieron en la taberna del puerto de Hydra, la isla donde vivieron su particular revolución hippie. Este punto del Golfo Sarónico griego servía por aquel entonces de refugio a los artistas y bohemios que huían de las grandes metrópolis o, en el caso de Cohen, de la lluvia de Londres.

La noruega encandiló al cantante y juntos vivieron una amistad con tintes de affaire durante la década de los 60. Ella había aterrizado en Hydra en mayo de 1957 acompañada de su joven novio, el novelista nórdico Axel Jensen, con el que se casó y celebró el convite en una casa sin lavadora ni electricidad. Pero al año siguiente, su marido y padre de su hijo la abandonó. Y
Marianne Ihlen, con  Axel Jensen en 1957
es entonces cuando Leonard Cohen apareció en escena. "Aunque lo amé desde el primer momento, lo nuestro fue una bonita película lenta", diría ella más tarde.



Marianne inspiró colecciones de poemas como "Flowers to Hitler", canciones como "Bird on the Wire" y la novela "The favourite game". Pero la mayor muestra de amor público de Leonard por Marianne, desde luego, llegó con la canción "So long Marianne"
Leonard, con Suzanne Eldrod
y el hijo de ambos, Adam
(1967), que es la que interpreta Cohen en el vídeo subtitulado que arriba adjunto.


Su romance acabó tres años después, cuando otra de las novias del cantante, Suzanne Eldrod, dio a luz a su primogénito. Marianne volvió entonces a Oslo, aunque siguió en contacto con su amante y amigo. Cuando Cohen supo este mismo año que estaba enferma de leucemia, le remitió la carta con la que encabezo este post y que salió a la luz en la radio canadiense por un amigo en común, el cineasta Jan Christian Mollestad, el cual estaba rodando un documental sobre Ihlen.

"Marianne se marchó de este mundo ayer por la tarde, totalmente en paz y rodeada de amigos íntimos", le escribió a Cohen para darle la triste noticia el pasado 28 de julio. "Tu carta llegó cuando ella todavía podía hablar y reír con plena conciencia. Cuando la leímos en voz alta, sonrió como solo Marianne sabía hacer. Levantó la mano justo cuando decías que estabas cerca de ella. Se estiró tanto que podrías alcanzarla", decía.

Menos de cuatro meses después de la muerte de Marianne, como una profecía, Cohen y su musa se han vuelto a agarrar de la mano como cuando vivían juntos en la isla griega de Hydra a principios de la década de los años sesenta. Ahora nos quedan sus letras, su fantástico disco epílogo y su voz de ultratumba grave y poderosa, oscura y misteriosa. Ha hecho reflexionar a generaciones enteras sobre los grandes dramas humanos, en especial la religión, la política, el aislamiento social, las relaciones personales, el amor y la sexualidad. 

No sé exactamente como llegué a Cohen, o si fue él quien vino a mí. Supongo que lo hizo suavemente, de puntillas, como siempre lo suelen hacer los grandes. Lo que sí sé es que llegó bien temprano, que vino para quedarse, para hacerme entender la importancia de las formas y del fondo, y para ayudarme a conformar el universo musical de toda una vida. Al principio me atrajo ese ritmo casi de banda de verbena tocando canciones tristes, su compás. Y su voz. Con una voz así las palabras siempre resultan poesía incluso en la época en la que no solía prestar atención a su traducción. 

Me tenia cautivado, sí. Pero por si así no fuera, acabé por subirle al altar de los distintos, de los sublimes, de los únicos, al escucharle recoger el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011. Humilde y agradecido. Entrañable y cercano. Brillante y revelador. "Toda mi obra está inspirada por esta tierra - por España -. Así que gracias por celebrarla porque es suya, solo me han permitido poner mi firma al final de la última página", dijo entonces. Podéis leer el discurso completo en http://cultura.elpais.com/…/actualid…/1319234401_850215.html y verlo en el siguiente vídeo:



Hoy, sin duda, se nos ha ido uno de los grandes poetas urbanos. Qué linda la gente que hace lo que siente, siente lo que dice, dice lo que piensa, piensa lo que hace, ...... y vuelta a empezar. Suerte que siempre nos quedará su legado.

Buen viaje. Buen reencuentro. Adiós (y gracias), viejo amigo.
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martes, 24 de mayo de 2016

La "Princesa" de Joaquín Sabina




En 1985, Joaquín Sabina aún no era Joaquín Sabina. Bueno sí, pero por decirlo de una manera menos críptica: Joaquín Sabina, ese cantante y compositor mainstream que hoy todos conocemos y que gusta —o no gusta— a todo tipo de públicos, no era el artista de éxito masivo que es ahora. En 1985, Joaquín Sabina aún no llenaba estadios, no actuaba con lo más granado de la música española e hispanoamericana, no vendía miles de álbumes, no nos daba el coñazo hablando sin parar de sus amigos los poetas, de sus vírgenes, de sus gatos o de la tauromaquia, y no iba por la vida con su disfraz de tipo respetable ni, por supuesto, cenaba con el Rey actual y su señora esposa. Iba con su chupa de cuero, su diccionario de habla obrero, sus malos aires, sus respuestas incordiantes, su alma de pendejo, su lenguaje sincero y su tabaco negro.
Antes de que una embolia le pusiera el freno, en el 2001, la vida de Joaquín Sabina corría muy deprisa. Famosa es la anécdota sobre las decenas de personas que tenían la llave de su magnífico piso en el barrio madrileño de Tirso de Molina y que, tanto en su presencia como en sus largas ausencias, montaban ahí las fiestas. O, sencillamente, iban a charlar, a tomarse una cerveza o a esnifar y fumar alguna cosita. Después de salir del hospital, recuperado y aleccionado por el susto, Sabina cambió la cerradura y dio un giro radical a su vida.

O no tan radical. Supongo que tendría altibajos. Tuve la suerte, la oportunidad y el honor de que el maestro se fuera de marcha con nosotros (sí, sí, textual, él fue quien se vino con varios de mis amigos y conmigo de copas dado que conocíamos al mayor y mejor de los representantes artísticos de España) y puedo afirmar que, ese día-noche-madrugada al menos, no se comportó como una Hermanita de la Caridad que digamos. Supongo que los genios son así, impredecibles. Sólo se apaciguó un poco cuando, de improviso, aparecieron otros dos genios musicales y humanos que hicieron de bálsamo en la aventura: Serrat y Miguel Ríos.


Pero volvamos al año 1985, año de nacimiento de "Princesa" y del primero de sus grandes discos, aun de vinilo (¡¡qué recuerdos!!). Juez y parte es un disco magnífico. Empezando por el envoltorio, sencillo pero cargado de simbología. En la portada, un desafiante Sabina parece estar mirando directamente a los ojos del oyente, sosteniendo un cigarrillo en la mano derecha, y enfundado en unos pantalones de cuero, con esa actitud tan suya, en la que parece estar diciendo, soy más chulo que un ocho. Sentado en medio de una habitación vacía, en la que tan solo se ve una guitarra eléctrica y una máquina de escribir, las dos herramientas fundamentales en cualquier cantautor que se precie.

Disco autorreferencial y narrativo (originalmente se iba a llamar Primera Persona del Singular y luego Descaradamente Personal), a diferencia del anterior donde lo doméstico era visto como lugar a abandonar (Juana la Loca, Pisa el acelerador, Negra noche) aquí muchas situaciones se desarrollan en ese espacio, lo domestico (Rebajas de enero, Incompatibilidad, Princesa). Digamos: el gato callejero se ha domesticado, pero no castrado. Si Sabina ha presumido de haber tenido no menos de tres juventudes en su vida, del mismo modo podríamos conjeturar que ha habido otras tantas madureces y es en la primera (o segunda) de ellas en las que parece situado el sujeto que compone "Juez y Parte": “Hoy

ya retirado, sólo robo y mato por necesidad”, “Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo
Su casa y sus gatos
pasaporte/Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir”, “Tenemos estufa, dos gatos y tele en color/(…) Emociones fuertes buscadlas en otra canción”).

Sin embargo, inmediatamente después de la edición del disco Sabina debió salir al cruce de comentarios que lo acusaban de apólogo de lo marginal. Es que el aburguesamiento es sólo un condimento. Desde el título mismo, pretende caracterizarse por un movimiento de ida y vuelta. La oposición Juez/Parte entendida como legalidad/marginalidad. Se mueve oscilando entre espacios opuestos, devenido en héroe gracias a esa posibilidad de atravesarlos.

¿Y qué se puede decir del interior? Pues que contiene diez canciones chulísimas, que ya mostraban a un artista inmenso, y que presagiaban que lo mejor estaba por venir. Se abría la cara A del disco, con “Whisky sin soda”, con música de Hilario Camacho, y letra del propio Joaquín. Toda una declaración de principios, en la que por ejemplo, Sabina ya advertía a quien tuviera oídos para escuchar que había vendido “por amores y no por dinero, mi alma a Belcebú y de las dos majas de Goya, prefiero la misma que tú”; “Cuando era más joven” dibuja un autorretrato sobre la época en la que el jienense empezaba a buscar su norte, viajando siempre en trenes con destino hacia el norte; “Ciudadano cero” suponía su primera incursión en el, ejem, ejem, género negro, y cuenta la historia de un tipo que un día decide ser noticia en los telediarios, coge una escopeta y arma la de Dios es Cristo, cargándose a 17 inocentes que pasaban por allí; “El joven aprendiz de pintor” es un tema en el que el de Úbeda juega a pronosticar cómo será el futuro cuando se vea tocado por la varita mágica del éxito; en “Rebajas de enero” Joaquín cuenta una historia de amor de esas que en discos posteriores se harían tan populares y que tanto gusta a su público más fiel; “Kung Fu”, envuelta en un falso directo, es el retrato de una banda de delincuentes tocados por ese halo romántico con el que el mejor Joaquín sabe revestir a personajes marginales, como ya había hecho anteriormente con el delincuente juvenil Jero en la canción “Qué demasiao”; en “Balada de Tolito” el protagonista es un mago que se gana la vida de tren en tren, haciendo trucos y juegos malabares, y cuya vida nos mostró en prime time la TVE en el programa “Vivir cada día”, cuando sólo había dos cadenas y nadie en este país sabía que cojones era eso del prime time; “Incompatibilidad de caracteres”, a ritmo de
swing, es una divertida muestra de lo que se ha dado en llamar la lucha de los sexos. Cerraba el disco “Quédate a dormir” una canción magnífica que quedó eclipsada entre tantos buenos temas, pero que escuchada ahora, treinta años después de ser grabada, me parece quizás la mejor de toda la colección.



Pero, de largo, la canción más exitosa fue "Princesa". Y no es de extrañar. Se trata de una canción en la que Joaquín dibuja con trazo firme el retrato conmovedor de un antiguo amor que ha recorrido el camino sin retorno que lleva de ser una princesa, con la boca de fresa, a una yonki marchita incapaz siquiera de sonreír. Aunque la mayoría de la gente piense que esta es la primera versión de este tema, hay que señalar que no es así, pues en el año 1982, se publicó una versión en el disco "Seguir viviendo" del cantautor malagueño Juan Antonio Muriel, que era el coautor de la canción, —él se había encargado de la música y Joaquín de la letra—, con algunos versos distintos a la versión popularizada por el propio Joaquín. la presentó en el Festival de Benidorm y quedó segundo en aquella edición.

 

Javier Ojeda con su libro
Pongo un extracto de lo que el propio Muriel contaba en el libro "Una historia del popmalagueño 1960-2009", de Javier Ojeda, cantante del grupo Danza Invisible, de cómo se gestó el tema:

"Joaquín y yo (quien habla es Muriel en primera persona) nos conocimos cuando tras una actuación me dice: <<Oye, me encanta lo que haces, a ver si algún día hacemos algo juntos>>. Al poco nos hicimos amigos. Entonces, con José Luís (Umbral) y José María (Alonso) tocábamos mucho por ahí. Un día va un fotógrafo llamado José Luís (Álvarez) y nos dijo que teníamos que montar en Málaga algo como lo que hacíamos en Madrid. Al cabo del año y medio me llama y me dice <<Ya tengo el local y quiero que lo inauguréis tu y José Umbral, que sois malagueños>>. Era el Zambra, lo tenia a medias con Mike (Miguel Gallego), que era director artístico del Teatro Lara, uno pequeñito. No encontré a José Umbral y llamé a Joaquín Sabina para tocar durante un mes. No había mucha pasta, pero... Me dijo que encantado, además contábamos con una casa que nos cedía una amiga en Fuengirola, cerca del Hotel Las Pirámides, yo tenía coche... Nos vinimos desde Madrid con José María, que estaba entonces encandilado con el Guru Maharashi y Patricia (Quiroga). ¡ Menudo viaje nos dieron el José María con el Guru Maharashi y Joaquín con el miedo a la carretera. En cada curva se me pegaba al lado repitiendo mi nombre en crescendo.

Joaquín y yo vivimos una historia muy apañá en Málaga. Nos íbamos a ver a la gente del grupo de teatro de Mike y ellos venían a vernos a nosotros. Uno de los que más interés tenía por saber de Madrid era, por cierto, Antonio Banderas, muy amigo nuestro. Regresamos a Madrid después de estar un mes allí, pero al Zambra volvimos ya por separado Joaquín y yo. Fue también Krahe y mas gente... El Zambra fue mítico.

¡Ah, lo de <<Princesa>>! Joaquín me dijo <<Hay que ver que no tenemos ninguna canción hecha juntos>>. A ver que te parece ésta. De puta madre, le dije, me la llevo. Esa letra estuvo como dos meses en mi casa. Un día la saqué y empecé a ponerle música, pero me sobraba un verso. Quitándolo me cuadraba todo. Se la toqué a Joaquín y me dijo <<¡A tomar por culo el verso!>>. Entonces empezó a tocarla él y se equivocó. Y sin saberlo suprimió unos acordes de la música. A mi me pareció bien así. Por tanto yo le quité unos versos y él a mi unos acordes de paso. Cuando Joaquín la regrabó le cambió partes de la letra. Yo, cuando la hago, sigo cantando la versión antigua. Seguimos teniendo muy buena relación, pero ahora la verdad es que no nos vemos. Ten por seguro una cosa: Joaquín escribe como la madre que lo parió."


¿Y que se sabe de la protagonista de la canción, de la Princesa?. Pues es curioso, pero documentándome sobre su origen, me topé con el comentario anónimo de un tipo que (al parecer) sabe la historia de la protagonista. Y decía lo siguiente:

"La Princesa de Sabina vivía en Logroño, de padre húngaro y madre española. Nacida en Gran Bretaña. Era muy inteligente, rubia y muy guapa y de mente voladora. Su nombre, Ariana. La última vez que la vi fue en las Navidades del 1998 0 del 1999 en Logroño. Dijo que vivía en Alemania y que estaba metida en el mundillo del cine. Esta chica es la verdadera Princesa, la de los gurús y la de los labios de fresa. Ahora tendrá 60 años (Sabina tiene 66). En ninguna web ha salido su identificación real."

Sea como fuere, y a pesar de que según una multitudinaria encuesta la mejor canción de Sabina es "Contigo" (y a mi me lo parece), "Princesa" es, sin duda, el mejor tema del disco y uno de los mejores exponentes de esta etapa. Un tema que lleva directamente al título del LP: Juez y Parte. “Con qué ley condenarte/Si somos juez y parte/Todos de tus andanzas” se llega a preguntar el sujeto-héroe que le habla a la Princesa. Aunque no es gran cosa musicalmente (incluso la guitarra falla en dar un solo, limitándose a repetir la introducción) el enfoque vocal, entre dolido y agresivo da la medida justa para lo que quiere transmitir. Incluso el sintetizador juega a remarcar el tono dramático que se quiere imponer.


Y, por último. Curioseando por ahí, me encontré con esta pagina web que trata de los amores de Sabina (no habla de la tal Princesa, pero es interesante).