Leonard Cohen en uno de sus últimos conciertos |
Se llamará 'Popular Problems' y podría estar en manos de sus infinitos seguidores a finales de este mes. Un trabajo del que se había hablado en varios círculos y cuyo título ha salido ahora a la luz durante una convención dedicada al poeta, cantante y Premio Príncipe de Asturias.
Pese a la edad y a ser un músico consagrado con anteriores trabajos, cada vez que saca disco se coloca en los primeros lugares del ranking de la música, añadiendo giras mundiales a su trabajo. El año pasado, con más de 60 conciertos y con todo el papel vendido.
Por eso no resulta raro que los jóvenes busquen, en las orillas de su fascinante obra, la revelación que explique de una vez por todas el amor. “(La poesía) viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Es decir, si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia”, declaró Leonard en Madrid tras haber sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 2011.
Leonard recibiendo el galardón de manos del ahora Rey Felipe |
La belleza habita el verso más inesperado y se acompaña de una voz que se fue haciendo cada vez más lenta, profunda y desvencijada. Esa disminución de la velocidad es una característica de casi toda su obra que se deriva en el pop jazz y pasa por el folk, el country, el blues y la canción de autor. “Ustedes quieren llegar ahí pronto, yo quiero llegar el último. No es porque sea viejo, no es por la vida que he llevado. Siempre me gustó ir despacio”. Quizá ese sea el secreto de su supervivencia: los pasos leves. Quien no haya escuchado a Cohen y oiga por casualidad Suzanne, Everybody knows, The partisan o So long Marianne, habrá llegado a un punto de no retorno.
Y es, precisamente, esa ultima canción que menciono, So long Marianne, la que me gustaría recordar ahora, por característica de su obra y por el mensaje que encierra.
“Conocerás a un hombre que habla con lengua de oro”, le vaticinó su abuela a Marianne Ihlen, la joven y atractiva noruega que Leonard Cohen inmortalizó, hace ya casi cinco décadas. Marianne dice sentirse muy agradecida al hombre que supo ver lo que ella desconocía de sí misma. “Es muy honesto, uno de los hombres más honestos que he conocido, eso es lo que le hace ser tan buen poeta”, añade.
La historia comenzó cuando, el por entonces desconocido poeta canadiense, llegó a la isla griega de Hydra, llevando consigo su guitarra, su famosa gabardina azul y su Olivetti verde: la misma en la que se ve escribiendo a Marianne en la contraportada de su disco, Songs from a room.
Transcurría 1960. La pequeña comunidad de artistas expatriados, residentes en la isla, representaba una continuidad del movimiento contracultural iniciado por los beatniks. Cohen, un rebelde con aspecto convencional, no tardó en integrarse. Inmerso en la simplicidad de la vida, en la “salvaje y desnuda perfección” de la isla, sintió que había llegado a casa. “Vivíamos bajo el sol, descalzos. Éramos muy pobres, pero muy felices. No había agua corriente, ni coches, solo burros y tardamos en tener electricidad”, recuerda hoy con nostalgia Marianne, desde su casa en Larkollen, un pueblecito cercano a Oslo donde vive con su actual marido, dedicada a pintar.
Axel Jensen, Leonard y Marianne en el puerto de Hydra |
Marianne y Leonard, una vez pareja, en su etapa griega |
Leonard Cohen, en la actualidad |
Marianne Ihlen, en la actualidad |
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